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`Artesanía Alimentaria de Aragón´, un certificado todavía desconocido

La comunidad autónoma de Aragón definió y acotó la artesanía alimentaria con la Orden del 8 de febrero de 2011 de la Consejería de Agricultura y Alimentación.

En ella se estipulaba como Artesanía Alimentaria: “la actividad de elaboración, manipulación y transformación de alimentos de acuerdo a unos requisitos normalizados. Sujetos a unas condiciones durante todo su proceso productivo que garantizan al consumidor un producto final individualizado y con características diferenciales. Obtenido gracias a las pequeñas producciones y a la intervención personal del artesano.

El productor artesano apuesta por el uso de las técnicas tradicionales, respetuosas con el medio ambiente y con los consumidores, para realizar productos naturales y artesanales ligados a las más arraigadas tradiciones culturales y gastronómicas aragonesas”.

La comunidad autónoma de Aragón definió y acotó la artesanía alimentaria con la Orden del 8 de febrero de 2011 de la Consejería de Agricultura y Alimentación. En ella se estipulaba como Artesanía Alimentaria: “la actividad de elaboración, manipulación y transformación de alimentos de acuerdo a unos requisitos normalizados, sujetos a unas condiciones durante todo su proceso productivo que garantizan al consumidor un producto final individualizado y con características diferenciales, obtenido gracias a las pequeñas producciones y a la intervención personal del artesano.

El productor artesano apuesta por el uso de las técnicas tradicionales, respetuosas con el medio ambiente y con los consumidores, para realizar productos naturales y artesanales ligados a las más arraigadas tradiciones culturales y gastronómicas aragonesas”.

Desde entonces, unos 200 productores alimentarios aragoneses se han acogido a este sello de calidad, principalmente en las provincias de Huesca y Teruel, predominando en comarcas muy ligadas al turismo como pueden ser Ribagorza o Jacetania en Huesca o Gúdar Javalambre en Teruel.

En Aragón, existen un total de unos 1.500 productores agroalimentarios entre las grandes empresas y las microempresas.

Contar con un sello de artesanía alimentaria “siempre resulta positivo porque refrenda la elaboración del producto manual y tradicional y da garantías al consumidor.

De esta opinión es Marta Alcántara, quien regenta dos negocios en la localidad de Laspaúles- valle de Benasque-, un restaurante y un obrador de mermeladas y jaleas,“Sabores de Ribagorza”. Ella, desde el primer momento, quiso certificar su trabajo con este sello. “Para mí es una manera de garantizarle al consumidor el producto. Trabajar artesanalmente implica un valor añadido y el sello confirma que tu trabajo está bien hecho”.

Alcántara opina que si los pequeños productores no disponen de este sello “puede ser por desconocimiento y por pereza, pero que sepan que los trámites no resultan nada complicados”. Su producción se vende mayoritariamente en la propia comarca y salen un número limitado hacia Cataluña y País Vasco, “aunque creo que fuera de Aragón el valor de este certificado artesanal se desconoce y no creo que abra puertas”.

En Lechón, Campo de Daroca, Antonio Javier Castillo lleva más de ocho años de apicultor y comercializa miel bajo la marca ´El Albar´ e hidromiel ´Rasmia´ (licor elaborado con miel).

“Yo me enteré por casualidad de que existía este sello, pero lo considero muy positivo para las pequeñas empresas como la mía porque demuestra cómo trabajamos y que contamos con formación acreditada. Para mí es decirle al consumidor que lo hacemos bien”. Sin embargo, también opina “creo que su significado no se conocer lo suficiente y no sé si el cliente, cuando opta por comprar una miel u otra, lo tiene en cuenta”. A él, el registro de sanidad es lo que le permite vender fuera de nuestra comunidad autónoma.

De los muchos sectores que cuentan con el distintivo de calidad artesanal también se incluyen los derivados cárnicos y los secaderos de jamón. Gregorio Josa, de Jamones `Virgen de la Vega´, en Alcalá de la Selva, discrepa de los beneficios que a su negocio le aporta contar con este sello. “Yo me enteré por casualidad y lo quise porque en verdad nosotros secamos el jamón a la manera tradicional, sin ningún tipo de control climático, el trabajo manual… y la verdad, se han acreditado a otras empresas mecanizadas.

Para mí se ha desvirtuado el término de artesanal. En este sector, creo que tendrán que ser más estrictos”. Josa afirma que no vive de Jamones `Virgen de la Vega´, “nuestra producción sólo llega a los 1.000 jamones porque es absolutamente artesanal. Yo lo he vivido desde niño y lo mantengo para que no se pierda el modo de trabajar antiguo”.

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